"Las chicas buenas van al cielo, pero las malas van a todas partes"...(Mae West)



jueves, 4 de marzo de 2010

Lazarillo

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Salimos de Salamanca, y, llegando a la puente, está a la entrada della un animal de piedra, que casi tiene forma de toro, y el ciego mandóme que llegase cerca del animal, y, allí puesto, me dijo:
- Lázaro, llega el oído a este toro y oirás gran ruido dentro dél.
Yo, simplemente, llegué, creyendo ser ansí. Y como sintió que tenía la cabeza par de la piedra, afirmó recio la mano y diome una gran calabazada en el diablo del toro, que más de tres días me duró el dolor de la cornada, y díjome:
- Necio, aprende, que el mozo del ciego un punto ha de saber más que el diablo.



Y en esto yo siempre le llevaba por los peores caminos, y adrede, por le hacer mal y daño, si había piedras, por ellas; si lodo, por lo más alto, que, aunque yo no iba por lo más enjuto, holgábame a mí de quebrar un ojo por quebrar dos al que ninguno tenía. Con esto, siempre con el cabo alto del tiento me atentaba el colodrillo, el cual siempre traía lleno de tolondrones y pelado de sus manos. Y aunque yo juraba no lo hacer con malicia, sino por no hallar mejor camino, no me aprovechaba ni me creía, mas tal era el sentido y el grandísimo entendimiento del traidor.



- Agora quiero yo usar contigo de una liberalidad, y es que ambos comamos este racimo de uvas y que hayas dél tanta parte como yo. Partillo hemos desta manera: tú picarás una vez y yo otra, con tal que me prometas no tomar cada vez más de una uva. Yo haré lo mesmo hasta que lo acabemos, y desta suerte no habrá engaño.
Hecho ansí el concierto, comenzamos; mas luego al segundo lance, el traidor mudó propósito y comenzó a tomar de dos en dos, considerando que yo debría hacer lo mismo. Como vi que él quebraba la postura, no me contenté ir a la par con él, mas aun pasaba adelante: dos a dos y tres a tres y como podía las comía. Acabado el racimo, estuvo un poco con el escobajo en la mano y, meneando la cabeza, dijo:
- Lázaro, engañado me has. Juraré yo a Dios que has tú comido las uvas tres a tres.
- No comí - dije yo -; mas ¿por qué sospecháis eso?
Respondió el sagacísimo ciego:
- ¿Sabes en qué veo que las comiste tres a tres? En que comía yo dos a dos y callabas.

(Lazarillo de Tormes, tractado primero, Cuenta Lázaro su vida y cúyo hijo fue)

Lázaro y el ciego, Salamanca, 13 julio 2008

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